miércoles, 3 de noviembre de 2010

PELÍCULA: COMER, REZAR, AMAR CON JULIA ROBERTS Y JAVIER BARDEM


La película Comer, rezar, amar nos inunda con los miles de gestos y expresiones de la hermosa Julia Roberts. La podemos observar un millón de veces triste, melancólica, feliz o enamorada, y aún así la podemos seguir viendo una y mil veces más. Los primeros planos expresan pasión, amor, fe y mucho ritmo secuencial, en el cual podemos navegar suavemente por diferentes situaciones.

Esta película intenta recorrer y representar culturas diferentes, contrarias, opuestas entre sí en todo sentido. Si ésta fue su intención, lo logró completamente.

La cultura de meditación de los países orientales es precisa, diversa y desordenada. Sin embargo, la profundidad mental y filosófica es importante y vital para la supervivencia del ser humano occidental y eso lo muestra el director de una manera sutil y directa al mismo tiempo. El acto de meditación está representado de una buena manera. Exacto y normal. No es exagerado y tampoco alucinatorio en el sentido abstracto de la metáfora sublime de la idea inherente a la metafísica ideal y real del sentido de la meditación.

La simplicidad de las ideas está reforzada de manera continua, lo que permite comprender y entender el misticismo que encierra la meditación. Al parecer, ella logra comprender y aceptar la vida tal y como proviene de la naturaleza.


Por otro lado, la vida en Europa es particular y muy parecida a la esencia de llevar una vida complaciente y deliciosa. Lo más representativo, el aleph de Borges, en la vida europea es la comida. La comida encierra todo un mundo sintetizado en un ritual pequeño pero significativo. El acto de comer no es sólo un acto, sino un placer disfrazado de simplista. Sin embargo, hay que saber apreciarlo. Los detalles son importantísimos. La lechuga, la carne, los guisos, el vino son personajes principales y elementales en una buena comida. Julia Roberts encuentra la perfecta unión. Encuentra un personaje que vive gracias a un buen plato de fideos con carne. Eso basta para complacerla. Encuentra una vida perfecta con elementos simples.

Otro de los temas, y no muy bien tocados, es el tema del amor. Un tema importante, sin embargo, mal llevado. Si bien es cierto, las primeras escenas en la cual se muestra al personaje de Julia Roberts lidiando con su nuevo novio son interesantes y ácidas, no logran completarse con un buen desenlace. El final es fácil de imaginar. No presenta ningún cambio significativo, ningún interés por mantener lo imaginativo. El director se equivoca demasiado. Claro, sabemos que es una película de Hollywood y de Julia Roberts y por ende, no puede ser complicada, pero tampoco es para mandar al abismo todo el excelente esfuerzo del director Ryan Murphy.
Es fácil observar la mano facilista de la productora para que se mantenga accesible al público facilista y mediocre.

Recomiendo la extensa y real interpretación de Julia Roberts, pero no la de Javier Bardem. Es insoportable, absurdo, irreal y penosamente cursi. También recomiendo la relación de Julia Roberts con su nuevo novio, con diálogos excelentes y precisos. La transformación del personaje de Julia es importantísima. Su viaje físico e interno. En resumen, una película bien desarrollada, producida y dirigida. La fotografía no es de las mejores, sin embargo ayuda y sirve para contar la historia. Y como siempre, Julia Roberts es increíble en todo sentido. Gracias Julia.


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