sábado, 23 de octubre de 2010

PELÍCULA: EL COLOR DEL CRIMEN

El problema racial está latente aún en estos tiempos “modernos y globalizados”. El color del crimen husmea dentro de una sociedad común y distinta. Una sociedad americana que se pelea por derechos y que al mismo tiempo los rompe con sus actitudes y mentiras para poder sobrevivir en un sub-mundo inquisidor y traumado.

Esta película nos traslada a una sociedad, que aparentemente es perfecta, pero que en su interior aísla dualidades importantes, capaces de generar una inmensa y poderosa injusticia social perdedora por todos los ángulos. El racismo, como una presa fácil de roer, se pierde en el écran, mezclándose con traumas personales (de los personajes principales), policías abusando del poder, barrios pobres ignorados, sonido (soundtrack) enormemente exagerado, actuaciones pretensiosas y dirección perezosa en creatividad.

Brenda Martin (Julianne Moore) denuncia el secuestro de su hijo al detective afroamericano Lorenzo Council (Samuel L. Jackson). Ella afirma que fue un hombre negro. Aquí es cuando la historia se vuelve más compleja, introduciendo al racismo como elemento fundamental para comprender la historia.

Joe Roth es el director de esta película complicada, variada e inexacta. El color del crimen no solamente está varada en la vaguedad de lo monótono, sino también, contiene oasis de creativa genialidad. Estos pequeños aciertos salvan a la película de que sea aburrida y “normal”.

El director maneja bien las escenas en donde se quiebra la historia y cambia de rumbo. Como en las escenas dramáticas en donde Brenda Martin (Moore) pierde los papeles y se desquicia o cuando a Lorenzo Council (Jackson) le da ataques de asma teniendo que utilizar su inhalador ya gastado.

A pesar de que el creador de la música original del filme está a cargo del experimentado James Newton Howard con sus trabajos en Batman Begins o Sexto Sentido la mezcla de lo visual con lo auditivo termina por ser empalagosa y cursi. Simulando video clips de bandas contemporáneas, encontramos la escena por ejemplo en donde se internan, Lorenzo, el detective, Brenda, la madre del hijo secuestrado y un grupo amplio de personas de rescate, en un bosque en dirección a Freedomland (título original de la película), un reformatorio abandonado para niños huérfanos destruyendo así, todo sentido profundo y melancólico que pudo o debió tener la escena.

Samuel L. Jackson aparece en las primeras escenas en el Hospital de forma frenética y espléndida. Su personaje se perfilaba como nervioso, compulsivo e inquietante. Conforme pasaban los minutos, Lorenzo Council (Jackson) deviene pasivo, más responsable y comprensivo. Julianne Moore está precisa, pero más que nada, se pasea en el límite de lo irreal e inverosímil. Una de las últimas escenas en donde trata de explicar todo lo sucedido, Brenda pierde todo sentido de la razón y se desquicia. Forma innecesaria de resolver un personaje que hasta ese momento estaba impecable.

El color del crimen adopta también, como dije antes, herramientas creativas y geniales, pero esta vez, de Orson Welles. Casi al final, Joe Roth, el director, emplea un truco de transición entre escena y escena que usó Welles en el Ciudadano Kane película memorable e inolvidable. Este truco consiste en desaparecer el fondo de la imagen desvaneciéndolo y cambiándolo por la siguiente imagen, mientras que el personaje principal todavía está presente. Luego, el personaje principal, en este caso el detective, va desapareciendo poco a poco hasta que la imagen de fondo aparece en toda la pantalla. Esta herramienta de poesía para la transición de escenas, la manejó Welles de manera genial en toda su película, en cambio, Roth la utiliza en El color del crimen al final de la película, queriendo dar un toque fino a toda una mezcla de dirección cumplidora y escasa de personalidad.

El problema de esta película, si juntamos todos los defectos y demás errores cinematográficos, básicamente sería un pobre guión, carente de orden e ilación, personajes distintos y cambiantes sin argumento, música exagerada, pero un tema muy importante. Tema de miles de conferencias, leyes y demás filosóficos debates. Hemos avanzado, en cuanto a lo científico se refiere, de forma abismal. Se supone que somos personas con sentido común, con responsabilidad ante nuestros actos, con cariño por nosotros mismos. Pero si abrimos un poco nuestros ojos a la realidad, a aquella realidad por la cual vivimos todos los días saliendo de nuestras casas, enfrentándonos al mundo, podríamos darnos cuenta que las diferencias sociales y raciales están presentes ahora, casi del mismo modo en que se presentaron hace cincuenta años atrás en la historia. El problema no se ha solucionado, ha evolucionado y El color del crimen nos quiere hacer recordar aquello que todavía no lo tenemos presente. Se habla mucho de que alguien haga algo por la sociedad, por los derechos humanos, pero por qué no comenzamos primero por nosotros. El color del crimen refleja un problema. Quizás uno de los más grandes: el racismo y la diferencia de clases sociales. Hagamos una reflexión y detengámonos un poco. Abramos los ojos ante nuestra realidad y comencemos por nosotros.

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