sábado, 23 de octubre de 2010

PELÍCULA: DIAMANTES DE SANGRE

Leonardo DiCaprio ha sido nominado recientemente al Oscar como mejor actor y no ha sido por el interesante trabajo junto a Scorsese en “Los Infiltrados” sino que esta vez lo consigue protagonizando Diamantes de Sangre, película dirigida por Edgard Zwick, transportándonos en una aventura por tierras agrestes, violentas y hermosas del África.

Uno de los trabajos más notables sin duda alguna del director es “Leyendas de Pasión”, con un joven Brad Pitt y un veterano Anthony Hopkins. Sin embargo, con el famoso Tom Cruise realizó “El Último Samurai”, película aburrida y mediocre que lo llevó a perder el respeto de los críticos.

La historia comienza cuando Danny Archer (Leonardo DiCaprio) se ve envuelto en un gran negocio de contrabando de diamantes en Sierra Leona, África. El país se encuentra en medio de una guerra civil y entre los afectados está Solomon Vandy (Djimon Hounsou) quien ha perdido a su familia y por otro lado, buscando la noticia, la periodista Maddy Bowen (Jennifer Connelly). Los tres se conocerán durante este conflicto y correrán por sus vidas a cada minuto.

El filme se centra en varios temas. Algunos muy obvios y hasta hostigantes como la relación entre Danny y Maddy. Balas que cruzan la cabeza del contrabandista, una herida perforándole el torax, el ejército buscándolo y una llamada amorosa, no son elementos muy serios como para una película de acción, más bien son componentes un tanto divertidos e ingenuos.

La acción, es cierto, invade la pantalla a lo largo de toda la cinta. El suspenso encuentra un buen camino. Los violentos asesinatos son escabrosos. La tragedia que sufre Sierra Leona en 1999 es penosa e increíble. Los machetazos que recibían los pobladores, cercenando sus extremidades fue un hecho cierto y todo esto mostrado sin tapujos ni reservas.

Zwick maneja este problema de manera objetiva. Explica al detalle que “el control de los diamantes de zonas en conflicto, corta las fuentes de financiación de los rebeldes y ayuda a acortar las guerras y evitar su reaparición”, frase que originó que las Naciones Unidas firmara una resolución sobre el papel de los diamantes en el fomento de conflictos.

Así como el director encuentra un buen sendero por donde guiar la película, Djimon Hounsou, caracterizando a Solomon Vandy, encuentra un personaje preciso y con temperamento inquebrantable. Logra una preciosa actuación. Su torpeza lo vuelve humano, sensible. Su expresión la mantiene fruncida casi hasta el final. Vandy se convierte en la esencia de la película y Archer en un simple co-protagonista.

DiCaprio juega con las balas y se vuelve en el héroe de la cinta. Me hizo recordar a Bruce Willis en “Duro de Matar”. Pero la historia da un giro y Hounsou se convierte en el superhombre. Leonardo le da la posta a este gran actor que logra convencernos de que él merece también ser reconocido. Y no sólo en la historia, sino también en su actuación, ya que le ha valido para obtener la nominación al Oscar como mejor actor secundario.

La actriz Jennifer Connelly está bellísima. Su expresividad y su sonrisa en pocas escenas, enternece y encanta. Más bien es su rudeza la que no deja aires a la verosimilitud. Es su rostro la que no la ayuda a pararse en medio de la selva y en medio de las balas y convertirse en heroína junto a DiCaprio. Su personaje es importante pero lo que no toca el alma al espectador con fiel vestigio de su carrera actoral, con varios años ya de experiencia, es su seriedad y dureza. Lo que tampoco cuaja es la relación entre Archer y Bowen. Superficial y obvio.

Una historia debería de tener siempre la parte amorosa y afectiva. Eso dicen los manuales de guión en las academias norteamericanas. Pero ¿por qué el Sr. Charles Leavitt, guionista de la cinta, no intentó manejar la situación de otra manera y encontrar otra salida a este modelo reiterativo que una y otra vez encontramos en las historias de Hollywood (y en historias independientes)?

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