sábado, 23 de octubre de 2010

PELÍCULA: DOS HERMANAS

Cuando me acerqué a la boletería a comprar un par de entradas, un señor se aproximó también a preguntar sobre el género de “Dos hermanas” y le dijeron: Es una película de terror. El hombre agradeció y se fue. Yo también tenía esa idea, y los encargados de vender las entradas también lo tienen, pero afortunadamente (para mi) la película no fue propiamente concebida para ser clasificada como de “terror”, sino un drama con toques, pinceladas de escenas de terror. Por ende, “Dos hermanas”, no es una película de terror, sino mucho más que eso.

Esta cinta dirigida por Kim Ji – Woon, ya experimentado en películas de terror, se encuentra entre el drama, el suspenso y una delgada capa de terror. A pesar que hay pocas escenas impactantes, éstas resaltan y te hacen saltar de la butaca. La música en dichas escenas no es exagerada, es más bien muy aguda, pausada, me hizo recordar a “Psicosis” del maestro Hitchcock.

Las primeras escenas, en donde las hermanas, antes de entrar a la casa, salen a dar un pequeño paseo, es acompañado de un vals melodioso que cubre la atmósfera de ternura y mucho amor. La fotografía muy reluciente y unas flores en primer plano nos hacen olvidar del género de la película. Unas niñas inocentes, sentadas al borde de un pequeño muelle a las orillas de un lago. Sus pies tocando el agua mansa y el sol brillante arriba de ellas, bañándolas de energía y de paz. Una cámara muy pausada y una edición precisa. Así empieza esta película que con el transcurrir del tiempo, se tornará visceral, agresiva y cruel.

“Dos Hermanas” tiene una complicada forma de subsistir. Emplea elipsis complicadas. Mantiene la atención al espectador distraído y al atento lo mantiene haciendo especulaciones. Es inevitable preguntar a la persona con la que has ido (si es que van acompañados) sobre alguna escena inconclusa o incoherente. La película menciona siempre un armario. Un armario del cual siempre se habla pero no se entiende bien. Luego, hay una muerte. Desaparece alguien. Y las escenas se complican y regresan y vuelven a aparecer.

Cada vez la película va tomando fuerza y su extraña forma de narrar situaciones se tornan misteriosas. Una hermana que casi no habla. La otra habla demasiado, ve demasiado y hace demasiado. Una madrastra terriblemente insensata, insensible. Un padre que no hace ni deshace.

El personaje del padre interpretado por Kim Kap-su, es un padre común y corriente. Se preocupa por sus hijas pero no al extremo. No sabe lidiar con ninguna de ellas. Por momentos se compadece y por otros se cansa. Casi nunca se encuentra en la casa y mantiene una relación muy indiferente con su nueva esposa.

Lim Su-jeong, de 26 años, nos muestra un desempeño en el cine con una actuación notable. Desempeña el personaje de Bae Soo-mi, la hermana más valiente, quien siempre protegía a su hermana menor de cualquier cosa. Soo-mi es una niña con traumas, con problemas. Se dedica a proteger a su hermana y a ella misma. Se mantiene a la defensiva. Reclama lo que le parece injusto. Se mete dentro de sus pensamientos al exceso de transformar la realidad con la ilusión. Tiene facciones delicadas pero cuando el temor invade su mente se desequilibra y se transforma de manera desesperante. Le repugna su madrastra desde que aparece en la pantalla, hasta que termina la película.

Quien está impecable en su caracterización es Yum Jung-ah. Es la madrastra perversa y desquiciada. Su inestabilidad es perjudicial tanto para las personas a su alrededor, como para ella misma. En los primeros planos nos seduce con sus labios pintados de color rojo intenso. Su mirada de misterio, de pasión enfermiza que nos hace estremecer. Algo trama, algo está pensando. No tiene compasión. Quizás, en gran parte de la película se muestre como alguien “demasiado mala”, pero el desenlace de su personaje es inolvidable y macabro. De pronto el dulce de la miel se muestra agrio al costado de ella. La madrastra se torna pacífica y estable. No dura mucho ya que la última escena nos refleja la expresión real de su personalidad. Aparenta y deja de aparentar. La madrastra nos hace creer en su maldad y en su celestial ánimo. Nos engaña y nos vuelve a engañar. Su mundo se vuelve contra ella y en vez de reflexionar, su idea de entercarse con el mundo la persigue hasta el final.

“Dos hermanas” es diferente por su estilo clásico en cuanto a fotografía, planos y dirección. Los primeros planos funcionan perfectamente. La música emplea una labor de hormiga al ocultarse cuando debe y al mostrarse cuando tiene que hacerlo. La actuación de las actrices principales es fundamental. La belleza de la hermana traumada y la pasión malévola de la madrastra enamoran a la pantalla y al espectador. Su paciencia y su sosegada técnica de dirección hacen de esta película, una excelente muestra de arte. El final es inteligente, muestra todo lo que no pudimos descifrar en la película. Te muestra el armario, te muestra la accidental y no accidental muerte, te muestra a la madrastra y a la hermana valiente. Al padre sin nada que hacer. Te muestra la fotografía resplandeciente del comienzo. Muestra un conjunto de elementos parejos y bien definidos.

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