sábado, 23 de octubre de 2010

PELÍCULA: LA FUENTE DE VIDA

La filosofía oriental, una de las mejores opciones para la comprensión de la vida, comprende la metáfora y el simbolismo dentro de la misma representatividad entre la naturaleza y el ser humano. Es así cómo Darren Aronosfsky, director de la exitosa “Réquiem por un sueño”, realiza esta obra poética, lírica con fantásticos escenarios y personajes muy reales, extrayendo de la filosofía la base para la comprensión de la vida y comparándola con lo más cercano a ella: la muerte.

Es una pena que, al leer algunos comentarios en publicaciones nacionales, no mencionen ni siquiera que la única forma, para Aronofsky y para muchos de nosotros, personas conscientes de la naturaleza como poder sobrenatural, de encontrarse con uno mismo y vivir una vida plena de satisfacciones es que aceptemos todo (a la muerte en especial) y nos dejemos llevar por la vida tal y como se nos presenta.

Esta idea es tan importante como la explicación misma superficial de “La fuente de la vida”. Y antes de narrar las acciones de un personaje u otro, me referiré explícitamente a su subjetivismo dentro de una historia atemporal. La única “fuente de vida” en la historia es la aceptación y la unión de uno mismo con la naturaleza.

Como esa bella escena en que el conquistador, representado por el intenso Hugh Jackman, muy grotesco pero real a fin de cuentas, se une con la naturaleza momentos después de haber bebido del árbol de la vida. Naciendo desde sus entrañas flores preciosas y muriendo al mismo tiempo.

Las características vitales de esta película son la crudeza y la concentración de los prestigiosos actores principales: Hugh Jackman y Rachel Weisz como Izzy y la reina Isabel en dos papeles, al igual que el protagonista como el doctor Tom Creo y el conquistador. Sus actuaciones tan medidas y al mismo tiempo sobre actuadas en algunos momentos, como las escenas básicamente de ciencia – ficción, son tan personales como la película misma.

Se puede ver desde lejos la actividad importantísima de introspección por parte de Jackman. No es necesario escuchar sus declaraciones en el DVD, y que afirme que es uno de los papeles más personales que ha realizado, sino verlo en la pantalla viviendo y sintiendo lo que dice (quizás porque cree en la filosofía en la que envuelve su trabajo).

Rachel Weisz con su bello rostro y su excepcional sentido de la vida, representando a una escritora y que como tal, quiere dar a conocer al mundo sobre una percepción que, no sólo le toca a ella, sino que se perdió en el tiempo (“su tiempo”, porque no sabemos si es el futuro o el presente).

Un tema importantísimo que retrata “La fuente de la vida” es la búsqueda de un sueño. Un sueño casi imposible. Un sueño que revivirá a una persona. Esta obsesión se vuelve interesante. Se torna ficticia. Se deviene metafísica y se reorienta entre el tiempo y los personajes mismos. Cuán importante será un sueño y cuán dispuestos estamos de realizar lo impensable.

Siempre nos enseñaron que debemos de perseguir nuestros sueños pero casi nunca nos enseñan cómo sobrellevarlo cuando lo conseguimos. El proceso hacia algo es difícil, siempre lo es. Pero la satisfacción es de otro mundo. Un placer inacabable. Conseguir que el sueño se haga realidad, se combina con la aceptación. Al aceptar la muerte, aceptas la vida. Al aceptar cualquier cosa, aceptas que la felicidad entre y te atropelle, como dice la música de Andrea Echeverri. Tan simple y complicado como eso.

El amor, tema complejo y extraño para todos se vuelve simple con la aceptación. Muchas películas han tocado este tema de la aceptación y muy pocos han podido reflexionar sobre eso. Muchas películas observan la aceptación desde una forma real e importante pero muchos críticos lo convierten en un subtema, aparentemente por alguna equivocación o alguna ineptitud inconsciente.

Lo más recomendable para ver alguna película, aparte del análisis externo y extrínseco, es la sensibilidad y el sentimiento que refleja la concepción del todo (la película) dentro de ti. La propia experiencia crea un sentimiento interno inexplicable que, si alguna película te puede provocar, esta en particular te hará sentir muy bien.

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