sábado, 23 de octubre de 2010

PELÍCULA: LEAVING LAS VEGAS

“Have you ever had the feeling
That the world's gone and left you behind
Have you ever had the feeling
That you're that close to losing your
mind…”

Angel Eyes- Sting


Las Vegas posee en sus entrañas elementos perniciosos para todo ser humano. Nació, dicen algunos, gracias a un pacto eterno entre el diablo, el hombre y el vicio. Además en esa ciudad, el dinero, la prostitución, la soledad, el egoísmo y el alcohol son inmunes al aniquilamiento, a la extinción. Sumados a la maldición constante de la apuesta, la luz y el color intenso que por las noches se recrea una y otra vez con sus figuras llamativas parpadeantes de neón, aparece en contraparte una celestial unión de fuerzas contrarias: la noche y la luz, abasteciendo de inmoralidad la mente de los asiduos y permeables visitantes.


La primera escena es desagradable, tenebrosa y repugnante a pesar de la trivialidad que muestra. La cámara persigue a Ben (Nicolas Cage) por el supermercado, y mientras él llena su carrito de compras con muchas botellas de licor, lo vemos bailar, mover los brazos, silbar y pasarla muy bien. Pero sabemos que en el fondo, su vida no vale nada y que lo único que quiere hacer, es matarse lentamente.

Alguna vez alguno de nosotros hemos pensado en desaparecer del mundo, alguna vez hemos pensado como Sting en su canción Angel Eyes, que el mundo nos está dejando y que estamos muy cerca de perder la razón y de volvernos locos?...

Cuanta amargura podríamos resistir antes de decidir matarnos poco a poco. Su mujer lo dejó pero él no sabe si fue antes o después que decidió matarse bebiendo alcohol. Tuvo una familia y tuvo un hijo. Tuvo un gran trabajo con mucho éxito. Pero todo esto lo tuvo y ya no lo tiene. Y simplemente ya no quiere seguir luchando ni seguir recordando. Todo se le vino abajo. Su suerte se terminó y la clausuró junto con su decisión de seguir viviendo.

Escenas posteriores, muestran a Ben despidiéndose de su trabajo, de sus amigos, de su casa y aquí es en donde me voy a detener. Pero antes de entrar a describir esta escena con toda su majestuosidad dramática y trágica, busquemos la razón por la cual Mike Figgis, director del filme, nos sumerge, juntos con las imágenes, con la música de Jackie Wilson, cantada por uno de los integrantes de Doobie Brother, Michael McDonald.

Figgis, así como encontró a Sting para la primera escena en donde claramente, el jazz y la voz suave del cantante de The Police, nos enternece, deleita y describe a Ben, encaminado a perderse en la muerte, encuentra, para esta escena “de su casa” una canción perfecta.

“My heart is cryin',cryin'
Lonely teardrops
My pillows never dry of
Lonely teardrops

Come home, come home
Just say you will, say you will (say you will)
Say you will (say you will)
Hey, hey (say you will)…”

Lonely Teardrop – Jackie Wilson

La voz de McDonald y su estilo es preciso pero no debemos de olvidar que esta canción es de Jackie Wilson, y que llegó al número 7 en la lista TOP de Estados Unidos, a pesar que en el 59’ los cantantes de raza negra no eran muy solicitados ni populares ni nada, a pesar de eso, eran los que llevaban el ritmo y la genialidad por adentro.

McDonald pinta la escena con su voz un poco grave, pero con mucha fuerza y muy entonada, justo en el momento cuando Ben quema todo lo que le queda dentro de su casa, pero también embolsa las que se pueden botar, y decide viajar a Las Vegas. En su impotencia de desaparecer de su vista todo lo que posee y recuerda, se encuentra con la bicicleta de su hijo. Es azul, pequeña y reluciente. Se detiene frente a ella y se le derrumba el mundo mientras que McDonald sigue cantando: “Ven a casa, ven a casa, sólo di que lo harás, sólo di que lo harás…”. Pero lamentablemente también hay otros recuerdos como las fotos que alguna vez se tomó con su familia. Vemos la foto quemándose lentamente. Ben a la izquierda, con sus lentes oscuros que no los deja en toda la película, su hijo pequeño y su esposa, rubia y muy simpática. Parece que estuvieran en el sofá de su casa. Todos sonríen. McDonald sigue cantando: Sólo dame una oportunidad para nuestro romance, ven y dime que un día retornaras, porque cada día que te has alejado de mi, mi corazón no hace nada más que quemarse, llorando….”.

De pronto amanece, y parte rumbo a Las Vegas. La música sigue sonando, el cantante de Missouri sigue con su jazz – pop - R&B. La autopista sigue llevando a Ben a la ciudad del vicio. De pronto llega la noche con las luces de neón de la ciudad. La música parece que llega a su final, mientras el suicida sigue tomando licor. Y gracias a la perfecta edición de Figgis, la orquesta de musica se detiene con una nota aguda de trompetas al mismo tiempo en que Ben frena al seco para no atropellar a Sera (Elisabeth Shue), que se le cruza por el camino cuando éste se pasa la luz roja. El silencio de algunos segundos ahora es reemplazado por la dulce voz de la prostituta y la del alcohólico. Sera le recrimina por pasarse la luz, él dice: ok. Y luego Sera se va alejando, moviendo las caderas, con su minifalda de cuero, y con los últimos acordes de “Lonely Teardrops”, la canción que acompaña todas estas fabulosas escenas.

Lo que viene a continuación es una historia de amor de las que NO se ven muy a menudo. Casi todas las parejas, por no decir todas, tienen su conflicto con el qué dejar hacer y qué restringir a su compañero o compañera. Aquí es donde Figgis y O’Brien (escritor de la novela autobiográfica de la cual se basa la película), tienen un punto de diferencia con las demás películas.

La aceptación de la pareja es el punto más difícil de sobrellevar en una relación. Pero también tiene un punto en contra. Mucha “aceptación” se puede mezclar con la irresponsabilidad y el egoísmo. Sin confundirnos ni entrar en temas complejos, describiré la relación extraña y profunda de los protagonistas.

Uno de los puntos críticos de Leaving Las Vegas es cuando la pareja decide vivir juntos. Todo empieza cuando Sera invita, de manera casi obligatoria a Ben para que se mude con ella y vivieran juntos. Es aquí cuando Ben le pone la única condición que vale y sirve en su condición de suicida. Le dice puntualmente: Nunca me pides que deje de beber, has entendido? A lo cual, ella le responde: Sí, lo he entendido.

Luego vendrá la de Ben cuando le dice: no me disgusta, pero tampoco es indiferencia. Se refiere al trabajo de prostituta de Sera. Entonces, tenemos dos afirmaciones que nos resultan, utilizando nuestra “normal” lógica, total y absolutamente desquiciado, excéntrico y hasta imposible.

En resumen: aceptar que la persona que amas se autodestruya mientras lo sigues amando y/o dejar que la persona que amas se autodestruya moral y físicamente también todas las noches sólo para traer dinero.

Es en definitiva una exageración la que vemos pero el amor acaso no es aceptar a la otra persona con sus defectos y errores, con sus exageraciones y con su personalidad. Cuán posible será que nosotros aceptemos que la otra persona sea feliz, haciendo lo que quiera hacer, sin que nos afecte a nosotros también.

Pero existe un quiebre en esta promesa. Llega un punto en que Ben simplemente se molesta y se incomoda. Y Sera lo odia y él también a ella y ambos se molestan por unos segundos, pero dudan y se dan otra oportunidad. Ben no es Dios como para aceptar que su mujer se vaya a trabajar con su cuerpo sin que le afecte. No puede con su machismo ni con su ego.

Ben hizo que Sera se sintiera muy incómoda en aquella escena en que él le regala uno aretes y le dice: “y podrás sentirlo afilado y caliente debajo de tu oreja cuando algún tipo te ponga boca abajo con la cara hundida en la almohada”. Un silencio inunda la pantalla. Ella se sonroja, se avergüenza, sus ojos se muestran llorosos, un gesto con los ojos nos perfora el corazón porque quiere que la tierra se la tragara. Ben la mira, se da cuenta que lo que le dijo estuvo muy mal, se para y se dirige a la salida del restaurante. Ella le dice: Ben, espera. Una situación bastante dolorosa que supo manejar Sera, además de dejar su orgullo a kilómetros de distancia para ir detrás del alcohólico suicida.

Acaso en algún momento, se nos cruzó por la cabeza reflejarnos en alguno de esos personajes. Nos dan pena y sentimos remordimiento ajeno, pero acaso alguno de nosotros podría ser tan “valientes” como ellos. Aceptar a su pareja, sea lo que sea y además de eso autodestruirnos a nosotros mismos. Es una situación tan compleja que al mismo tiempo la convierte en ejemplar.

Un amor perfecto es aquel que deja ser feliz al otro, pase lo que pase. Es por eso que el título de este pequeño ensayo se refiere al amor perfecto que nos muestra Ben y Sera.

Viven momentos inolvidables. Esas pocas semanas que están juntos, y aquellos momentos al atardecer que pueden estar unidos se complementan y se ríen y se besan y la pasión se exalta con mucha calidad visual y sonora.

Un fin de semana de los pocos que tuvieron, se van a un hotel que queda alejado de la ciudad, en el desierto. El atardecer, una piscina, alcohol, una rubia y un alcohólico. Combinación perfecta para dejar que la imaginación y la pasión los deje llevar por caminos interminables. Sera, sentada encima de Ben, deja que el whisky de la botella le moje su cuerpo, mientras bebe un pequeño sorbo. Ben empieza a besarla y hace que se desnude un poco. El sol atrás de ellos, la pasión por el sexo siempre presente en ellos. Pero esos pequeños momentos duran muy poco. Casi nada. Se disuelve como la sobriedad en Ben, y como la reflexión moral de Sera.

Existen momentos delicados, imborrables pero muy cortos. La muerte de Ben dura pocos segundos. Mira a Sera que está a su lado. Emite un gemido, y su mano la deja caer unos centímetros. Todo acabó para él. Ella inconsolable reflexiona. Siempre aceptó su objetivo: matarse y ella llora por eso y habla con el espectador de forma indirecta. Lo recuerda con amor y la película también lo recuerda colocando flash-back de Ben en las calles de Las Vegas con una sonrisa en su rostro. Pero antes de mostrar a Ben, unos segundos luego que Sera dijera sus últimas palabras en la película: “lo amaba de verdad”, surge, acompañado de unos acordes de piano, la voz del maestro Sting con My one and only love (Mi primer y único amor) y con un melodioso swing de jazz, con altos, bajos, medios y una ternura absolutamente pura y fascinante.

“The very thought of you makes
My heart sing
Like an April breeze
On the wings of spring
And you appear in all your splendor
My one and only love

The shadows fall
And spread their mystic charms
In the hush of night
While you're in my arms
I feel your lips so warm and tender
My one and only love…”

My one and only love – Sting

Así termina este gigante drama de amor, alcohol, prostitución y sobre todo “Aceptación”. Así como todo cambia en esta vida, este “Perfecto Amor” no pudo durar para siempre y es por eso que ella, en la última escena, pareciera continuar su vida, pero con la huella de Ben en su corazón, así como Ben murió a su lado, mirándola y sintiéndola hasta el final.

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