sábado, 23 de octubre de 2010

PELÍCULA: UN DESTINO COMPARTIDO

Jack Giamoro (Ben Affleck) es un agente de talentos de Hollywood. Creó su propia empresa y ahora es líder en el ámbito artístico empresarial. Una casa lujosa, una esposa bella, un trabajo exitoso, qué más podría pedir una persona en su vida. Quizás estas premisas condicionen lo más lógico de la historia. Si alguien tiene todo esto, por qué se pregunta una y otra vez: ¿soy feliz?

Jack busca en actividades externas a su trabajo: su yo interior, el conocimiento propio, la interna búsqueda de la verdad personal. Para esta investigación íntima, el agente asiste a unas clases de escritura. Estas clases acompañarán toda la película pero no como cosa aparte, al contrario, el diario que escribe para su clase se lo roban y decide recuperarlo a cualquier precio.

Otro tema importante en “Un destino compartido”, es el de la “infidelidad” en el matrimonio. Esto acompañado de valores en conjunto como la comprensión, la dedicación, la aceptación y el perdón. Entonces, recapitulando, tenemos dos grandes temas que si van de la mano se convierten en algo interesante, delicado y bastante completo a nivel narrativo.

La cinta va creciendo a medida que él va excavando en las profundidades de sus recuerdos y sus experiencias. Mientras vemos flashbacks de su niñez, adolescencia y otros recuerdos más. En su trabajo, Jack pierde algunos clientes. Es probable que como no se siente bien consigo mismo, esto le impida, circunstancial y emocionalmente, relacionarse exitosamente con otras personas y menos aún vender servicios tan delicados como la representatividad en una mega industria como lo es Hollywood.

Todo esto sucede, como dije anteriormente en el cuadro de la infidelidad. Este personaje un poco perdido en su vida se entera, por medio de su propia esposa Nina (Rebecca Romijn) que se ha acostado con uno de sus clientes. ¡Qué sorpresa! Nadie podría superar esto en sólo algunos días, o en años, o en la vida entera. Jack, a mi parecer, actúa de la manera más humana posible y lo hace con mucha valentía. La deja.

Toma sus cosas y sus pertenencias y se las deja en la casa de la madre de su esposa. Nunca hablan. No hay de qué hablar tampoco. Uno siempre espera el diálogo aburrido en los que ambos se dicen cosas y luego terminan peleando y luego se van. Pero esto no sucede. Nunca hablan seriamente. Nunca se sientan para conversar ni para descubrir si es que existe alguna posibilidad concreta para regresar. Yo haría lo mismo. Pero esto no queda ahí.

A Jack le suceden muchas cosas conforme los días pasan y los minutos también. Intenta recuperar su libreta en donde escribe su diario. No puede. Hay golpes. Desesperación. Asalto. Más asaltos. Pero no se puede. No hay lágrimas. Tampoco alcohol. No hay desesperación sólo un rostro confundido internamente, impreciso.

El profesor de escritura de Jack es importante también, hablando un poco de interpretaciones. El profesor Primkim es el personaje que John Cleese representa y es un paradigma de los profesores universitarios. La enseñanza que deberían de impartir no es pura y precisamente la de la comprensión intelectual, el conocimiento verdadero tiene otro camino por el que transita mucho más poderoso y ese es el de la experimentación y la comprensión. En ese sentido, el profesor contiene la energía que uno necesita para arrancar o comenzar eso que uno siempre está buscando hacer pero que necesariamente no lo hace porque necesita un empuje. Un gran actor para un personaje que lo necesita.

REFLEXIÓN
Qué pasa si perdonamos todo. Qué pasa si olvidamos todo. Qué pasa si nos levantamos al día siguiente y hemos olvidado absolutamente todo nuestro pasado. Qué pasa si nos levantamos y apreciamos lo que tenemos a nuestro alrededor. Qué pasa si nos encontramos con errores que nunca pasaron porque vivimos, de ahora en adelante, sólo el presente y nada más que el presente porque el pasado no existe y el futuro tampoco. Qué pasa si Jack perdona a su esposa por haberse acostado con otra persona por soledad o por lo que haya sucedido. Qué pasa si perdonamos y dejamos que todo pase como si nunca hubiera pasado. Qué pasa si, qué pasa si qué pasa si.

La respuesta a estas preguntas es muy fácil. No pasaría absolutamente nada. ¿Por qué? Porque nosotros somos lo que somos ahora, no lo que fuimos ayer ni lo que seremos mañana. Dejemos el pasado en las fotos y el futuro en las películas de ciencia-ficción. Hagamos lo que hizo Jack en pocas palabras. Se encontró a sí mismo. Buscó en su interior algo que valiera la pena. Encontró no sólo que la memoria lo único que le servía era para lastimarse y hundirse más y más, sino que valoró el presente como nunca lo hizo antes, y como en muchas películas americanas, el final feliz también puede resultar en nuestras vidas. Inténtelo.

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