Una película épica concentra siempre sus elementos en la antigüedad de la coyuntura que la rodea, además de esta básica premisa, 300 de Zack Zinder, conserva también la esencia de la batalla, de la lucha con espada y escudo, de la fortaleza del guerrero suicida y del amor a la justicia.
La atmósfera cinematográfica es impecable. Los vastos campos espartanos y persas son reemplazados por acertadas “pinturas computarizadas”. El color rojizo oscuro con pinceladas de verde atrae y contempla la calidez y al mismo tiempo valentía exasperada de los espartanos.
Estas gamas de colores son representadas precisamente gracias a la adaptación del cómic “300” de Frank Miller, uno de los autores más influyentes en el mundo del comic durante los años 80. Narra la historia épica de los espartanos que lucharon contra los persas en la batalla de Termópilas en el 480a.c.
La narración de las primeras escenas nos delata el tortuoso momento pero necesario que tuvo que pasar el rey Leonidas en sus primeros años de vida. Todo esto para convertirse en un guerrero sin miedos, y sin sentimientos fuertes que puedan quebrar en algún momento su valentía, y por sobre todo, estar dispuesto a luchar por su patria y sus tierras hasta la muerte.
La escena de la batalla es diferente de lo convencional, pero aún así utiliza herramientas descriptivas conocidas. Quiero decir, las escenas de acción son largas, duran muchos segundos (lo cual en una película de acción es casi imposible que esto ocurra). Los guerreros no descansan entre aniquilar uno y otro enemigo. Pero sus movimientos son pausados en el tiempo, para que el espectador aprecie cómo se desangran las victimas o cómo salpica la sangre (en extremo) “virtual” por toda la pantalla.
Es fascinante el conjunto completo de los elementos en la batalla. La música de los gritos guerreros en éxtasis, la fotografía exacta y precisa como una pintura de Jacques-Louis David (pintor francés del siglo XIX quien representó la batalla de Termópilas junto con Leonidas), y sumado a eso unas representativas y fuertes caracterizaciones de los personajes principales.
300 se torna reflexiva en ocasiones y es ahí en donde su panfletaria filosofía se convierte en aburrida, soberbia y demasiado ideológica. Los discursos, ya sean del rey Leonidas con sus guerreros, como la de la reina frente al consejo son muy pretensiosos. Quizás, alguna frase conmovedora nos relaje de la tensión de la lucha, pero incluso esas declaraciones explícitas lleven a la cinta en altos y bajos en cuanto a la rigidez de todo un conjunto parejo de elementos.
Es una película recomendable no sólo por el concepto visual importante, sino también por todo el conjunto que forma la película. Los personajes son incansablemente decididos e incorruptibles, la luz oscura muestra una atmósfera del mismo comic del que fue sacado y la historia en sí es entrañable. El sólo hecho de ver cómo los guerreros se van a la guerra, sabiendo que van a morir, es algo tenebroso. Me recuerda a los japoneses (los del alto mando militar) en “Cartas desde Iwo Jima” de Clint Eastwood, quienes también sabían que iban a morir pero aún así fueron valientes e imperturbables en sus decisiones.
La atmósfera cinematográfica es impecable. Los vastos campos espartanos y persas son reemplazados por acertadas “pinturas computarizadas”. El color rojizo oscuro con pinceladas de verde atrae y contempla la calidez y al mismo tiempo valentía exasperada de los espartanos.
Estas gamas de colores son representadas precisamente gracias a la adaptación del cómic “300” de Frank Miller, uno de los autores más influyentes en el mundo del comic durante los años 80. Narra la historia épica de los espartanos que lucharon contra los persas en la batalla de Termópilas en el 480a.c.
La narración de las primeras escenas nos delata el tortuoso momento pero necesario que tuvo que pasar el rey Leonidas en sus primeros años de vida. Todo esto para convertirse en un guerrero sin miedos, y sin sentimientos fuertes que puedan quebrar en algún momento su valentía, y por sobre todo, estar dispuesto a luchar por su patria y sus tierras hasta la muerte.
La escena de la batalla es diferente de lo convencional, pero aún así utiliza herramientas descriptivas conocidas. Quiero decir, las escenas de acción son largas, duran muchos segundos (lo cual en una película de acción es casi imposible que esto ocurra). Los guerreros no descansan entre aniquilar uno y otro enemigo. Pero sus movimientos son pausados en el tiempo, para que el espectador aprecie cómo se desangran las victimas o cómo salpica la sangre (en extremo) “virtual” por toda la pantalla.
Es fascinante el conjunto completo de los elementos en la batalla. La música de los gritos guerreros en éxtasis, la fotografía exacta y precisa como una pintura de Jacques-Louis David (pintor francés del siglo XIX quien representó la batalla de Termópilas junto con Leonidas), y sumado a eso unas representativas y fuertes caracterizaciones de los personajes principales.
300 se torna reflexiva en ocasiones y es ahí en donde su panfletaria filosofía se convierte en aburrida, soberbia y demasiado ideológica. Los discursos, ya sean del rey Leonidas con sus guerreros, como la de la reina frente al consejo son muy pretensiosos. Quizás, alguna frase conmovedora nos relaje de la tensión de la lucha, pero incluso esas declaraciones explícitas lleven a la cinta en altos y bajos en cuanto a la rigidez de todo un conjunto parejo de elementos.
Es una película recomendable no sólo por el concepto visual importante, sino también por todo el conjunto que forma la película. Los personajes son incansablemente decididos e incorruptibles, la luz oscura muestra una atmósfera del mismo comic del que fue sacado y la historia en sí es entrañable. El sólo hecho de ver cómo los guerreros se van a la guerra, sabiendo que van a morir, es algo tenebroso. Me recuerda a los japoneses (los del alto mando militar) en “Cartas desde Iwo Jima” de Clint Eastwood, quienes también sabían que iban a morir pero aún así fueron valientes e imperturbables en sus decisiones.
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